El hombre es el único animal que ríe, afirma Aristóteles en De partibus animalium (673a), y el único que hace reír intencionadamente, como apunta Bergson en La risa. Puesto que no sólo es un homo comicus, sino también rationalis, el hombre ha consagrado parte de su existencia a la reflexión sobre el fenómeno de la risa. Nos hemos encontrado hasta con estudios de la risa en su tratamiento como psicopatología (recientemente denominada epilepsia gelástica por nuestros contemporáneos), cuyos indicios se remontan a los papiros de la antigua Mesopotamia, que atribuirían sus causas a una posesión demoníaca. Los primeros teóricos de la risa como fenómeno natural del hombre se encuentran en la Antigua Grecia, aunque sus reflexiones se mantendrían en una especulación filosófica no sistemática. Tras el primer milenio después de Cristo, como bien refleja El nombre de la rosa de Umberto Eco, el humor no ha sido tan venerado por la creencia de que, mientras reímos, no sentimos el debido temor de Dios. Hasta Charles Baudelaire, en su ensayo Lo cómico y la caricatura de mediados del siglo XIX, afirmaría que “la risa es satánica, luego es profundamente humana" (Baudelaire, Lo cómico y la caricatura, cap. IV). La propuesta de Bergson sigue esta dirección, aunque por un camino distinto: no ahondará en el fenómeno de la risa, sino en los fenómenos que causan risa en el hombre. Alejado de cualquier relación con la divinidad, centrado en el hombre y en su potencial cómico, Bergson abordará lo risible desde tres pilares fundamentales: el lugar de lo cómico, sus causas y su relación con el arte. Veamos, pues, qué es lo cómico para Bergson.
El filósofo Henri Bergson recopiló y editó, en el 1900, tres de los artículos que publicaría en 1899 en la revista Reveue de París en los cuales abordaría el fenómeno de la risa o, como él mismo escribe, "los procedimientos de la fabricación de lo cómico". Todo ello se consumaría en la publicación de La risa. Ensayo sobre la significación de lo cómico (1900). Bergson explicita, tanto al inicio como en numerosos lugares de la obra, que no hay una ley exacta sobre las causas de la risa, así como las dificultades que surgen al tratar de buscar las condiciones necesarias y suficientes de lo cómico. Aun sabiendo esto, se aventura a realizar una investigación tratando de ser lo más preciso posible en los exhaustivos análisis que hará de numerosas situaciones cómicas para, más tarde, buscar la generalidad en ellos.
Como ya dijo en Matière et Mémoire, hay que subrayar las facultades prácticas humanas: no hemos de buscar puro conocimiento teórico, sino algo flexible, acaso un conocimiento práctico, íntimo o una intuición. Para tratar lo cómico, pues, en primer lugar, Bergson identifica tres características que nos indican que nos encontramos dentro de un fenómeno cómico. Para mostrarlas, dará un contenido concreto a tres cuestiones: quién ríe, qué le ocurre y dónde se encuentra. La primera característica es que lo cómico no se da fuera del ámbito humano. El hombre no sólo es un animal que ríe, sino el único animal que ríe, y todo lo que causa risa ha sido moldeado por el hombre. La segunda característica revela que la risa está ausente de emoción, es decir, que marcha acompañada de la insensibilidad. La risa es posible si se deja a un lado el afecto y la piedad, de modo que se forja en una suerte de inteligencia aislada. Por último, la risa es un hecho social; siempre se da en grupo, luego no puede darse en soledad. Esto implica que una historia cómica que escuchamos de otro grupo de personas, por ejemplo, no nos cause risa porque no estamos en el entorno de complicidad adecuado para ello. Pasemos ahora a tratar las causas de lo cómico.
Bergson considera que hay fundamentalmente tres causas de lo cómico: lo accidental, lo inconsciente y lo rígido. Lo accidental es algo paradigmático en la historia de lo cómico, y siempre se ha encarnado en la figura del hombre distraído. Cuanto más natural parezca la distracción, mayor será el efecto cómico. En relación con la naturalidad, diremos que lo cómico es también causado por lo inconsciente. Algo será tanto más cómico cuanto más ignore que lo es quien lo realiza. Pues bien, tanto lo accidental como lo inconsciente se manifiestan en una especie de rigidez en el hombre que causa risa. El hombre es un ser viviente y su contrario es la rigidez, el automatismo, la falta de elasticidad. Por ello, cuando la rigidez se da en un elemento no rígido, nos causa risa. En la sociedad, el carácter del hombre es pura elasticidad. La risa frente a una persona rígida nos revela la función social de la risa, según Bergson: el castigo, el reprender un acto que no es propiamente humano. Nos causa risa que el hombre no se comporte como un hombre. Acabando el primer capítulo de la obra, Bergson se sirve de los gestos, los movimientos y las actitudes del hombre para mostrar cómo surge el fenómeno cómico. El caricaturista tiene el trabajo de agrandar el gesto risible de un hombre, agrandando deformaciones que potencialmente ya se encontraban en su gesto; así, cuando un gesto mecánico se vuelve natural, se vuelve también risible. Con los movimientos y actitudes ocurre lo mismo, como refleja Bergson en una ley, afirmando que “causan risa en la exacta medida en que dicho cuerpo nos hace pensar en algo simplemente mecánico” (Bergson, La risa, pp. 34). Así, la imitación causa risa cuando se imita la uniformidad mecánica de un fenómeno. Lo cómico, la superposición de lo mecánico a lo viviente, es como un disfraz. En la sociedad, la superposición del mecanismo sobre la vida se da como disfraz cuando, por ejemplo, nos imaginamos una ceremonia sin sonido: todo movimiento nos parecería mecánico, casi absurdo. En el plano moral, la superposición se da cuando algo banal como lo sensible se superpone en el ámbito solemne, causando la risa.
Hemos considerado qué es lo cómico y sus causas como fenómeno aislado. En la próxima entrada veremos cómo Bergson trata lo cómico como manifestación artística y lo artístico como manifestación cómica.
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